lunes, 31 de agosto de 2009

GALLETITAS MARIA CON LECHE CONDENSADA

UN MENSAJE A GARCIA

En todo el asunto cubano de la Guerra Hispanoamericana, un hombre aparece en el horizonte mi memoria.

Cuando comenzó la guerra entre España y los Estados Unidos, era necesario, de suma importancia, comunicarse con rapidez con el líder de los insurgentes. García, estaba en algún lugar de las densas montañas cubanas pero nadie sabía dónde. No se podía usar el correo o el telégrafo para llegar a él. El

Presidente de los Estados Unidos necesitaba su cooperación con urgencia.

¿Qué se podía hacer? Alguien le dijo al presidente: "Conozco a un tal Rowan que, si es posible encontrar a García lo encontrará". El presidente requirió la presencia de Rowan y le entregó una carta para que se la diera personalmente a García. La selló en una cartuchera de cuero, se la amarró en el pecho sobre el corazón; cuatro días después, desembarcó de noche en las costas de Cuba en un pequeño bote y desapareció en la jungla; luego de tres semanas reapareció al otro lado de la isla, había atravesado un país hostil a pie y entregó la carta a García.

El punto que deseo resaltar es éste: el Presidente McKinley le dio a Rowan una carta para que lo entregara a García y Rowan no preguntó: "¿En dónde lo encuentro?".

¡Por Dios! Aquí hay un hombre al cual se debe erigir una estatua de bronce en toda universidad y escuela.

Lo que necesitan nuestros estudiantes, no es leer libros y conocer las cosas en abstracto, sino que se les inculque amor al deber, lealtad a la confianza que en ellos se deposita, el obrar con prontitud, el concentrar todas sus energías para hacer bien lo que se tiene que hacer. "Llevar un mensaje a García".

El General García ha muerto; pero hay muchos otros García en todas partes.

No existe un hombre que haya tenido que realizar una gestión donde se requiera de muchas otras personas, que no haya sido abrumado muchas veces por la imbecilidad del hombre común, la incapacitado desinterés de concentrarse en una tarea y realizarla.

Requerir ayuda innecesaria, la desatención tonta, la indiferencia necia, y el trabajo a medias y sin calidad, parece ser la norma.

Ningún hombre puede realizar sus objetivos a menos que por la fuerza o engaño o amenazas obligue o soborne a otros para que le ayuden; o por extraño que parezca, Dios en su infinita bondad realice un milagro, y le envíe el Ángel de la Luz como asistente.

Tú, lector, haz el siguiente experimento: Estás sentado en tu escritorio como supervisor, con seis oficinistas subalternos a tu alrededor. Llama a uno de ellos y le dices: "Por favor, ve a la enciclopedia y prepara un memorando sobre la vida de Correggio."

¿El oficinista te responderá amablemente diciendo: "Sí, señor", y se irá a realizar el encargo? En toda tu vida no ocurrirá eso. El oficinista te mirará con ojos incrédulos, moviéndolos como un pez en pecera, y te hará una o varias de las siguientes preguntas:

¿Quién era?

¿En cuál enciclopedia?

¿Fui empleado para hacer eso?

¿Quiso decir Bismarck?

¿Por qué no lo hace Carlos?

¿Está muerto?

¿Es urgente?

¿Le puedo traer el libro para que usted lo busque?

¿Para qué desea usted esa información?

Apuesto diez a uno a que después de haber contestado todas sus preguntas, y explicado cómo y dónde encontrar la información, el por qué la necesitas, el oficinista irá a buscar a otro para que le ayude a tratar de buscar a García - y vendrá luego a decirte que esa persona no existe.

Por supuesto puede que pierda la apuesta, pero según la Ley de Probabilidades estoy seguro que no perderé.

Pero si eres listo, no te romperás la cabeza explicándole a tu "asistente" que Correggio está en el índice bajo la "c", no bajo la "k"; le dirás en voz baja, " No te preocupes," e irás a buscarlo tú mismo.

Es esa incapacidad para obrar independientemente, esa incapacidad moral y estúpida, esa blandenguería de la voluntad y el carácter, ese desinterés y falta de disposición para hacer bien las cosas, de buena gana, es esto lo que golpea y molesta; generalmente, la mayoría de las personas posponen los asuntos para más adelante, para más luego.

Si el hombre no actúa por su propia iniciativa ante un problema que le toca, entonces, ¿qué cabe esperar de él cuando otros precisan su ayuda?

Toda mi simpatía y solidaridad se dirige al hombre que sabe hacer su trabajo, sin importar que el supervisor esté o no esté presente. que al entregársele un mensaje a García, tranquilamente lo tome, sin hacer preguntas tontas, y sin intención de arrojarlo a la primera alcantarilla que encuentre a su paso, o de hacer otra cosa que no sea entregarlo a su destinatario.

Ese hombre nunca queda sin trabajo ni tiene que declararse en huelga para que se le aumente el sueldo. La sociedad busca insistentemente a esa clase de personas. Cualquier cosa que ese hombre pida, la consigue.

Se le necesita en toda ciudad, en todo pueblo, en toda villa, en toda oficina, tienda y fábrica y en todo taller. El mundo entero lo solicita a gritos, se necesita y se necesita con urgencia al hombre que pueda llevar "un mensaje a García".

Helbert Hubbard

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